En la vida, y especialmente en el Reino de Dios, no siempre ganan los que arrancan más rápido, sino los que permanecen fieles hasta cruzar la meta. Hay personas que comienzan un año, un proyecto o incluso su caminar con Cristo con un fuego intenso, pero al llegar las pruebas, se enfrían. Otros, en cambio, inician con pasos tímidos, pero cada día avanzan un poco más, firmes, constantes, con la mirada puesta en Jesús.
El apóstol Pablo lo entendió bien cuando dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). No dijo “empecé la carrera”, sino “la acabé”. Porque en el Reino, la recompensa no es para los que solo comenzaron, sino para los que perseveraron hasta el final.
Tal vez tu inicio fue débil, tal vez tropezaste más de una vez, pero lo glorioso de la gracia es que Dios no te juzga solo por tu punto de partida, sino por tu decisión de levantarte y seguir. Así que hoy, no te midas por lo que fuiste ayer, sino por lo que, con la ayuda del Señor, estás decidido a llegar a ser.
Oración:
“Señor, dame la fuerza para terminar lo que Tú comenzaste en mí. Que mi fe no se apague y mi amor no se enfríe, sino que persevere hasta cruzar la meta contigo.”