La humildad es una actitud del corazón y de la mente que reconoce con realismo quién somos: nuestras fortalezas, pero también nuestras limitaciones. No se trata de pensar menos de uno mismo, sino de pensar menos en uno mismo.
Desde un enfoque humano y psicológico
La humildad implica tener una autoimagen equilibrada. Una persona humilde:
- Reconoce sus dones sin presumir de ellos.
- Escucha y aprende de otros.
- No busca imponer su opinión, sino dialogar.
- Acepta correcciones sin ofenderse.
- Se abre a servir, sin sentir que pierde valor por hacerlo.
En psicología, la humildad se asocia con inteligencia emocional y madurez, porque permite relacionarse sanamente con los demás sin orgullo excesivo ni inseguridad.
Desde un enfoque bíblico
En la Biblia, la humildad es muy valorada. Jesús mismo dijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Significa:
- Reconocer la grandeza de Dios y nuestra dependencia de Él.
- Servir a los demás con amor, como Cristo lavó los pies de sus discípulos.
- No exaltarse a sí mismo, porque “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
En resumen
La humildad no es debilidad ni baja autoestima. Es fortaleza bajo control, la capacidad de vivir con sencillez, dar lugar a otros y reconocer que todo lo que somos y tenemos es un regalo que debe compartirse.