A veces, los caminos más difíciles no son un castigo, sino una plataforma de transformación. Nos cuesta entenderlo en medio del dolor, de las lágrimas, de los “por qués” que no encuentran respuesta. Pero es ahí, justo en el crisol del quebranto, donde Dios está forjando en nosotros algo eterno.
La Biblia está llena de historias donde lo más glorioso vino después de lo más oscuro. José fue traicionado, vendido y encarcelado… antes de gobernar. Moisés huyó al desierto… antes de liberar a su pueblo. Jesús pasó por la cruz… antes de resucitar.
Dios no nos llama a tomar el camino más fácil, sino el camino correcto. Y muchas veces, ese camino tiene espinas, tiene cuestas empinadas, tiene noches de silencio. Pero si Él lo diseñó, ese camino te llevará a un destino extraordinario.
Tal vez hoy estás atravesando un valle, una prueba o una puerta cerrada. No te rindas. No es el fin. Es la antesala de lo que viene. Recuerda: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).
Confía. Camina. Persevera.
Dios no solo está contigo en el camino… Él es el camino.
Y donde Él te lleva, siempre vale la pena llegar.
Oración: Señor, ayúdame a no desanimarme cuando el camino se vuelva difícil. Enséñame a confiar en que lo que tienes para mi es mejor que lo que imagino. Quiero caminar contigo, aunque cueste, porque se que tu destino para mi es extraordinario. Amen!